El 26 de mayo de 1938 se produjo uno de los hitos más importantes en la historia de River y del fútbol argentino: la inauguración del Estadio Monumental.
Todavía con una forma de “herradura” y con Peñarol de Uruguay como invitado, el Millonario presentó en sociedad una obra arquitectónica sin precedentes para el deporte nacional.
El ideólogo fue Antonio Vespucio Liberti, que advirtió que en unos terrenos abandonados en la zona norte de la ciudad de Buenos Aires, donde alguna vez había funcionado un hipódromo, podría construir el estadio más grande del país y uno de los más emblemáticos del mundo. Lo trataron de loco, por tratarse de un lugar casi abandonado, en un terreno ganado al río. El tiempo le dio la razón.
Hacia principios de la década de 1930, River ya era el club más popular de la Argentina. Su estadio quedaba chico y la posibilidad de crecer en ese mismo espacio con la ampliación de las tribunas resultaba muy dificultoso. Además, se trataba de un terreno alquilado, el contrato se extendía hasta diciembre de 1937 y había que tomar una decisión importante al respecto.
Esa decisión llegó en 1934, cuando River obtuvo un nuevo espacio para construir un estadio acorde al crecimiento exponencial de su masa societaria. El 31 de octubre de aquel año se firmó el boleto de compra de las nuevas tierras, un total de 83.950 metros cuadrados. El sueño de Antonio Vespucio Liberti estaba en marcha.
Un día como hoy, pero en 1938, el Estadio Monumental fue inaugurado de manera oficial con un partido amistoso frente a Peñarol. Con la presencia de exjugadores del club, viejos dirigentes y cerca de 70 mil hinchas en las tribunas, el Millo venció al elenco uruguayo por 3 a 2 y dio inicio así al estadio más emblemático del continente.





